Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

miércoles, 2 de enero de 2008

PROCESO SENTIMENTAL RECURRENTE


Se quedó inmóvil en el flanco de la puerta. Su expresión se había paralizado en una mueca mezcla de pena, dolor y angustia. Conocía perfectamente aquel gesto; muchas veces había funcionado como un dardo directamente al corazón; y cuando no, al contemplarlo se volvía irascible.

Le daba rabia la pena; pero no en general, lo que no soportaba era su sufrimiento, con especial incidencia en el posesivo. "Su"no, "su", de ninguna manera.

La amargura de otros la toleraba y hasta la comprendía. Pero por aquella aflicción no se permitía compasión. Se sentía tremendamente egoísta y se castigaba con fuerza porque no había podido estar a la altura de los que verdaderamente amaba.

Entonces, el pesar de aquellos rasgos, en el umbral de la puerta se le clavaban como alfileres y de la sangría de la ingratitud acababa brotando el arrepentimiento que desembocaba en la ternura.

Se repetía que jamás volvería a tener sentimientos de aquella ralea. Su propósito de la enmienda era sincero, tanto como su despiadada certidumbre de que aquel siempre sería un viejo proceso recurrente.


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