Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

sábado, 27 de junio de 2009

LA NECESIDAD DE OTROS OJOS

Las clavículas le sobresalían como asas de un largo cuello,
estrecho y hermoso

-Me encanta tu cuello

Era una voz del pasado pegada a unos ojos a los que costaba abrirse paso entre unas pestañas.

Y luego la curva perfecta de sus hombros.
La belleza del conjunto carnal escalofriaba por esbelta, elegante y liviana.

Se sentó en la arena abrazándose las piernas y sin dejar de mirar al mar: apenas rugía porque en junio suele sonar calmoso. La línea del cuello curvándose en el hombro volvía a aglutinar su hermosura.

La atmósfera resultaba de una luminosidad extraordinaria como recién filtrada. Los rayos del sol doraban unas aguas turquesas de una transparencia límpida.La suavidad de la brisa aterciopelaba las superficies cuando ella se metió al mar.

Sus movimientos volvían a resultar radiantes en el medio acuático. La belleza de aquella mujer no estaba ni en sus formas, ni en sus movimientos, ni en su estilo, ni en el entorno. Surgía de cómo se desenvolvía en aquel paisaje. Como si toda belleza tuviera su lugar para refulgir ...y aquella en otro quizá hubiera resultado vulgar, o tal vez haya maneras corporales capaces de brillar en cualquier horizonte, o incapaces de hacerlo en ninguna parte.

Quiso pensar que ella sí, que tenía un lugar que evidenciaba su atractivo. Pero se había sentado a esperar porque necesitaba los ojos que se lo constataran.