Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

domingo, 9 de mayo de 2010

LAS IMÁGENES QUE SE DEJA PONER UN SONIDO

Aquella mañana había decidido no abrir los ojos. Viviría a través de los sonidos.

Fuera volvía a llover dulcemente. En la radio la estrofa de aquella canción removía los rescoldos de una rebeldía que otras ocasiones la había ayudado a mirar al frente, pero esta vez apretó los párpados aún con más fuerza....

Durante unos segundos se permitió perderse en la mancha roja que iluminó su oscuridad y le pareció que aquél era el color de la guerra, de la furia, del fragor que precede a las batallas perdidas...

Entonces la atrapó un susurro, el de una voz muy cercana que hace mucho tiempo la hizo cómplice de un momento insignificante..El murmullo de un dedo en la mediatriz de unos labios maternales dorados por un sol al que ella se agarraba entre barrotes....

La humedad de las lágrimas comenzó a diluir la negrura de sus ojos clausurados y en aquel mundo acústico se sorprendió gimiendo "quiero que venga mi madre, quiero que venga mi madre"....

Sabía que nadie franquearía la puerta y se unió en aquella desesperación a otras voces que, le habían contado, que en el final de la vida pronunciaban nombres que sólo eran sonidos, vidas sin corporeidad a las que únicamente la fonética hacía presentes...

Ecos, runrrunes, tañidos, chirridos, resonancias, sonoridades, voces, aullidos, golpeteos, bullicios, sonsonetes, armonías, melodías, silencios....Era su mundo, un universo tremendamente sugerente, sin ningún límite porque sabía que los sonidos siempre se dejaban poner cualquier imagen, por disparatada o absurda que fuera.