Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

lunes, 31 de diciembre de 2007

PERSONA, MÁSCARA EN GRIEGO



Hacía ya tiempo. Cada vez que se ponía ante el espejo sólo veía aquel entrecejo, cada día más afianzado. Una i griega, conjunción copulativa, que no hacía de nexo de nada; aislaba simplemente un punto de atención visual que le había empezado a obsesionar.

Al principio lo achacó al cansancio; pero pronto se dio cuenta de que se había integrado en su faz. Era la vejez asomando "la patita". Empezó a atar cabos y comprobó que ya no era blanco de miradas atractivas, al menos para ella; ni en el autobús, ni en el trabajo, ni en la calle.

El tiempo, "el implacable, el que pasó", la estaba apartando del "mercado de la carne"; "Tú ya no", y para que no lo olvidara le había marcado el entrecejo, como los judíos señalaron sus puertas con la sangre de un cordero.

Había llegado el momento de empezar a deshacerse de la máscara; persona en griego significa eso, máscara; aprovechando el deterioro, desquitarse del embozo, y empezar a cargar consigo misma. Que al final, sólo eso es la vida.

domingo, 30 de diciembre de 2007

VANIDAD, NADIDAD


Siempre tuvo un blog. Incluso antes de que viera por primera vez un ordenador. Las historias virtuales las hilaban sus neuronas; las del lóbulo parietal izquierdo, no; dicen que ahí vive Dios.

Cuando iba o volvía de la escuela; cuando ordenaba la habitación; cuando se evadía de su cuaderno de los deberes o fijaba la mirada hasta que se desdibujaba su imagen en el espejo.
En estos y otros muchos momentos bosquejaba historias sin trazos, incorpóreas, intangibles.

Las necesitaba para achicar hastío de las dimensiones cotidianas y para huir de la crueldad que le espantaba. Convivía con un auténtico "cuaderno" virtual.

Por eso, al estrenarse con su primer blog, blog, se estremeció. Era el menos virtual de todos; estaba dejando una huella evidente. Entonces pensó en la vanidad: otra vez se la estaba jugando.