Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

viernes, 16 de octubre de 2009

LOS TIEMPOS VERBALES DE LA LUCIÉRNAGA CIEGA


Necesitaba abrir los ojos a un despertar brillante porque le habían pintado el cielo del gris más oscuro. Las lágrimas la empañaban por dentro y nacían de la desolación.

Peor que sentirse invisible era haberse convertido en diana de las hieles.
En títere de furias mal canalizadas.
Pero se sentía culpable.

Quizá a su sonrisa le habían faltado un par de milímetros.
Tal vez a su mirada la hubiesen malinterpretado como altiva.
Acaso caminó demasiado lentamente.

No iba a entrar en aquel juego. Y se revolvió con ira. Con unos segundos de rabia, porque de nuevo se apagaba.

Su propia energía se la estaba robando nadie más que ella. Era la perfecta ladrona de su alma. Se tendía celadas que la anclavan al pasado o la proyectaban en el futuro, y nada de eso existía. Pero sus pensamientos le velaban el aquí y el ahora y se empeñaba en sobrevivir en tiempos verbales equivocados que sólo la aniquilaban.

Para aprender a conjugar la vida necesitaba un despertar brillante.
Y se quedó esperando, mirando al cielo con los ojos tan abiertos que hubieran podido tragarse las nubes. Pero lloró a borbotones y tuvo que parpadear.....Pensó que en aquella oscuridad era imposible brillar a no ser que empezara a dejar de ser una luciérnaga ciega.