Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

sábado, 16 de julio de 2011

EL SUSURRO DE LAS CARACOLAS MARINAS


La caracola había estado sobre la bandeja todo el invierno. Pero esta noche de verano de luna llena y brisa cálida la había levantado para acercársela al oído.

"Se oye el mar"....Se sentía una niña cuando escuchaba aquel rumor oceánico y se sorprendía de la ingenuidad infantil capaz de creer que las conchas siguen guardando el rumor de las olas. Tal vez los seres humanos sigamos custodiando el murmullo del vientre materno y sólo hace falta que alquien nos pegue a su oído.

La infancia le sacaba la melancolía. Pero en cuanto recuperó la sincronía con la madurez recordó que lo que una caracola amplifica es el sonido ambiente. La intensidad depende del tamaño y la geometría - qué belleza de formas: sabía que cuando el camino del científico que termina en la geometría se cruzaba con el del artista que acaba en las artes plásticas, surgían las caracolas-.

Un amplificador del runrún de la vida. Y le entusiasmó la posibilidad de que cada cual se volviera megáfono de sus sonidos vitales y tejer entre unos y otros un resonante oceáno de susurrantes caracolas.