Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

sábado, 30 de mayo de 2009

SIN BRIDAS NI ESPUELAS


Hacía un rato que era incapaz de moverse.
Con la música en los cascos se desgranaba en lágrimas.

Era su manera de disgregar el dolor que la ensartaba.
Tan rota por dentro, tan hecha añicos.

El sufrimiento se le agarraba al cráneo y desde ahí le fruncía hasta el alma.
Le costaba abrir los ojos.

De tan triturada apenas sentía; los sonidos se volvían lejanos, su expresión inamovible y la lágrima que le recorría la mejilla le resultaba ajena. Como su respiración, acoquinada en apenas un tercio de su capacidad pulmonar.

El dolor la aplastaba al tiempo que la vida discurría como si nada, porque nadie podía percibir sus aspavientos paralizados; nadie oir su desgarro mudo; ni ver sus añicos invisibles ni refrescarse en su llanto seco.

Mientras el desconsuelo la encumbraba en la insignificancia creyó recordar que la vida tenía el sentido que se le diera.

Entonces le atrapó una imagen: la de una amazona galopando y, en un claro del bosque, unas crines recortándose sobre la luna.... Y quiso ser jinete sin espuelas y yegua sin silla y trotar, y nada más que trotar.

viernes, 22 de mayo de 2009

LA MÚSICA NOS HARÁ LIBRES


Había vuelto con aquella música que enredada el viento y agitaba las hojas que plantaban cara a un cielo tan cálido como gris tormenta.
Y se sentía la distancia que une dos puntos. Porque no creía que la distancia separara o fuera el olvido. Era sólo el camino a la serenidad. Y una senda así une con la esencia y separa del alboroto.

Le gustaba, en las esperas desesperadas, aposentarse en la orilla y verse vivir por la vida y ver cómo la vida vivía a otros y apaciguar sus desencuentros con esas otras vidas que minaban la suya.

"Ésa no soy yo". Se lo repetía insistentemente. Era el hechizo con el que deshacía empalizadas. No había trampas más oscuras, más efectivas y aniquiladoras que las mentales. A los juicios hay que engañarlos porque en sus dominios se piensa y eso no es vivir.

La vida no se teoriza ni se constriñe entre el recuerdo de lo que una vez fue y otra tal vez será. Eso sí es la distancia y el olvido y el despilfarro. La vida es el viento que vuelve a zarandear las plantas, el ruido de un motor en un viaje a alguna parte, el perro que ladra a la puerta de una casa, la sonrisa de alguien, el ventilador del portátil que me hace ir terminando. Y, sobre todo, una canción con un violín tristemente sereno. "Escucha -dijiste- como un cascabel; la música nos hará libres. Y contando hasta tres saltaste del tren cuando iba más rápido; contaste hasta tres y no te oí decir te añoro o no te añoro"