Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

domingo, 27 de enero de 2008

PARTÍCIPEMENTE AJENA



A veces la belleza le daba ganas de morirse. Pero no por acabar la vida, sino por fusionarse con lo hermoso. Una manera de que sus átomos -sabía que perennes- continuaran su eternidad en un entorno radiante.

Le ocurría cuando descubría un paisaje cautivador. Lo miraba fijamente y respiraba con profundidad sus formas y colores. Era un momento de sublimación que le hacía sentirse parte de un todo universal. Palpitar a un unísono global cuyo único y poderoso vínculo era lo natural.

Sabía que esa exaltación de hermosura estaba ahí siempre, aún cuando ella no era consciente, aún cuando lo olvidara o cuando no fuera capaz de apreciarla sumida por el dolor, el horror o la fealdad.

Le golpeó una frase de días atrás, de una conversación sobre alguien desconocido. "Cuando le dijeron que le iban a entubar hizo así", y quien lo contaba emulaba una mueca de una resignación lacerante, y sintió los últimos momentos de aquel joven desconocido. Su terrible pesar por tener que decir adiós. Su nerviosismo, su miedo ante un precipitado final jamás imaginado. Su desesperado intento por buscar paz ante lo inevitable.

Y se vio tremendamente pequeña; temblorosa, incapaz de asumir en soledad una situación semejante, pero a la que te aboca la vida sin contemplación. Sin sentido. Porque la vida no lo tiene. Pero la hermosura de aquel paisaje le daba razones sin que jamás lo hubieran pretendido ser. Porque todo ocurría simplemente porque pasaba. Sin intencionalidad.

Seguramente en aquel momento alguien volvía a agonizar, o nacía, o lloraba. o lo torturaban, o estallaba de alegría, o se sentía pleno o vejado....Y la hermosura de aquel lugar seguía estando ahí. Ajena o quizá partícipemente ajena. Porque sólo hay un barco.

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