Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

martes, 22 de octubre de 2013

OLVIDARSE DE QUIEN SE ES

Debía olvidarse de quién era.
Sólo así sería capaz de cruzar el umbral.
Los disfraces se pegan tanto a los poros que se confunden con la piel.
Y hacerlos jirones es como dinamitarse.

En cada explosión se volvía menos ella
y más perdida.
Un camino hacia una amnesia tan purificadora como desgarradora.
Porque a los saboteadores de tanta compañía
se les acaba haciendo un sitio.A veces el mejor de los acomodos.


Ocurre cuando se vive en la batalla y ella se había acostumbrado a coleccionar derrotas.
En la entrega hay un dulce sabor amargo. Después de años y años sabía cómo las lágrimas escuecen pero también curan. Y no le era en absoluto extraño sentirse insuficiente, abandonada o intensamente vulnerable.

Con sus miedos se sentía atractiva. Un encanto fatal que rezuma el sufrimiento mientras estruja los sueños. Como si su dolor la coronase de la perversa belleza  que aflora de las cavernas del alma cuando el llanto nos muestra tan desvalidamente humanos.     

Ahora debía plantar a sus compañeros de desgarro. Y sin debilidades se sentía frágil.
Sospechaba que sin boicoteadores tampoco tendría sueños.
Los había ido tejiendo para despistarlos.

sábado, 28 de septiembre de 2013

LA ALDABA DEL OTOÑO


Con un puñado de arándanos desecados en la mano.
Sobre la mesa, una copa de blanco, tan transparente como ensoñador.
Estaba llegando el otoño.
Llovía tormentosamente después de varias semanas. La humedad había refrescado el ambiente de la habitación y en sus oídos soplaban vientos ábregos otoñales.

Necesitaba aquella sensación de incipiente fecundidad sobre una tierra se supone agostada.
Sobre su piel apenas sentía algo.
A su alma la encogía el miedo.
Cada vez que respiraba se reconectaba.

Una pregunta..........?
Sólo era capaz de visualizar un signo interrogante descomunal contra un cristal tapizado de gotas a las que no dejaban ser las sacudidas del viento.
Una respuesta.........?
Se las llevaba el mar al fondo del océano y cantaban las ballenas con ese lenguaje tan ajeno a este mundo que estremece.
¿Y qué sentía?
Un torbellino sin respuestas...Un cataclismo emocional...Algo antihumano o contrahumano de tan esencialmente humanoide...Porque ¿qué es lo más cercano y lo más alejado a este género existencial?

Un auténtico desbarajuste como principio. Reir y llorar, y cantar y enmudecer y sentirse profundamente culpable...La culpa de pensar demasiado en ella, de perderse por laberintos prohibidos, de buscar lo inencontrable...

Hartura de sentir y de tanto hartazgo, la inmovilidad.
Agitada en la parálisis por unos cantos de alondra al oído
en aquella tarde oscura
en la que el otoño golpeaba una aldaba
¿llamando a qué?

viernes, 2 de agosto de 2013

BAJO LOS TILOS Y CON LOS OJOS CERRADOS

Cada mañana bajo aquellos tilos
respiraba profundamente.
Cuando tenía la suerte de no cruzarse con ningún otro caminante
cerraba los ojos mientras inhalaba.
El momento se volvía así, bajo los párpados, más íntimo y necesitaba desesperadamente sentirlo de esa manera para buscar una cercanía que el paso incruento de los días, semanas y meses, le arrebataba sin piedad.

El discurrir del tiempo se estaba llevando muy lejos a su amor perdido.
Pero cada amanecer bajo aquellos tilos mientras henchía sus pulmones sentía una intensa fusión con una ausencia que se volvía presencia.
Tan presente que mientras los variables aromas matinales del tilo pasaban a formar parte de sus entrañas sentía las de él con una certidumbre que esta vez le había puesto el corazón a galopar...

Encadenó respiraciones sin despegar los párpados y en unos segundos de eternidad se sintió célula de su torrente sanguíneo, y en los rápidos de sus arterias, se perdió hasta la profundidad de sus ventrículos, saltó por sus aurículas y salió disparada hasta la grandeza de sus neuronas. Sintió toda su energía, abrigándola,  y lanzándola a un espacio íntimo y grandioso que su ausencia quería cerrar a cal y canto.

Por eso cada mañana bajo los tilos y , si nadie la miraba, con los ojos cerrados, rebosaba sus pulmones y hallaba una llave que tras vadear ríos de sangre aún la dejaba desembocar en la catarata de su alma. Un espíritu cada vez más lejano y silencioso pero igual de arrebatador..      

domingo, 23 de junio de 2013

LA ONÍRICA VENTANA





Había decidido perfilar su círculo sagrado. Aquella determinación le estaba trayendo, por fin, paz a unos días de tribulaciones.

No hay peor tormento que pensar que una herida será pasajera.
Y aquella canción se lo había recordado y escupido a la cara.
"Una herida en mi alma que nunca llegó a cicatrizar"  ("Infinito", Enrique Bunbury)

Hay machetazos que lejos de cerrarse no dejan de agujerear y atravesar de parte a parte.
Y si en la desesperación te propones arrancarlo tirando como de una planta , la fortaleza profunda de las raíces provoca un desgajamiento radical, como no podía ser de otra manera.   

Entonces la sacudida de las entrañas es tal que la intensidad del seísmo,
sí, se llevará el dolor de la herida,
pero con ella. la vida del sufriente.

Por eso a las heridas que no paran de supurar no se las debe tocar.
Pero ella creía haber descubierto la manera de engañarlas: con sueños, que las embaucaban, y en el delirio se olvidaban de crecer.
Eran los mantras que ensimismaban a los machetazos en su corazón.

Alimentaba ensoñaciones que narcotizaban sus suturas y en ese ejercicio la vida, la que ocurría a su alrededor, la sentía tan lejana como ajena.
Y es que, ¡pobre ingenua¡,  las heridas del alma sólo se dejan engañar,
si te vampirizan.
Le aterraba esa creencia y de  tanto sentirla pensaba que enloquecería , que la vida la castigaría por tanto soñar.   
Que no se puede pasar una existencia agarrada a los ilusorios colores brillantes de una imaginaria cola de  cometa danzando irrealmente libre a los susurros de un viento inexistente.

Entonces alguien le habló de "su círculo sagrado" que debía completar aquella noche de luna llena.
Y se le abrieron los ojos; también los del alma.
Sintió una maravillosa verdad:
sólo no es real lo que no permanece y sus sueños, la materia de su vida, no la habían dejando ni un instante desde que eligió, a escondidas, asomarse a la existencia desde una onírica ventana. 

lunes, 4 de marzo de 2013

EL GOZO DE SENTIRSE PROFUNDAMENTE CAMINANTE


Hacía unas horas que lo acababa de descubrir y no cabía en sí de gozo.

Era como si nudos de muy adentro se hubieran deshecho y al aflojarse le brotaban las lágrimas, no por el dolor, sino por la energía que había estado perdiendo.

Se sentía como partícipe de una fuente de amor universal. Y siempre había estado ahí: en su interior. ¡¡¡ Qué ceguera más brutal, que la había llevado a mendigar ese sentimiento fuera cuando habitaba en lo más hondo de su ser¡¡¡

Con ese combustible inagotable se sentía verdaderamente extraordinaria  con una fuerza ilimitada porque había empezado a deshacerse de la coraza con la que se suelen perseguir los sueños y las metas.

Un armazón que a menudo esclaviza con la obsesión y la angustia por el logro. Entonces el caballero de la armadura cabalga por los paisajes más espectaculares del mundo sin verlos. Incapaz de dejarse sobrecoger por el color rojizo de un amanecer, o sentir en la piel la huella de una racha de viento que sueña o descubrir un cruce de caminos inesperado y elegir a golpe de corazonada.

Ésa acabada de ser su gran revelación. La auténtica pasión que llevaba tiempo buscando no se resolvía en sí misma porque en cuanto le pusiera una etiqueta la apresaría y las pasiones se desatan en libertad.

Su dicha era el camino y sabía, poque lo acababa de sentir profundamente, que el sendero siempre sería apasionante: en los momentos de placidez, en los instantes de belleza, en los de compañía impagable, en los de soledad, en los de desasosiego, en medio de un temporal, cuando cayera en la cuneta, cuando la calentaran los rayos del sol, cuando un día , también, volviera a ser el polvo de un camino.

Era una tremenda certeza que aquella mañana la estaba llenando de amor y tenía el  pálpito de que ya nada volvería a ser igual. Se sentía caminante hasta lo más profundo de su ser y sabía que los caminos se hacen al andar.



 



martes, 19 de febrero de 2013

LOS TRINOS DE LOS PÁJAROS

Afuera cantan los pájaros.
Parece que me hubiera olvidado de escucharlos hace siglos.
Pero han empezado a trinar también en mi alma.
Es la única razón de que ahora suenen.

Sus cánticos son intermitentes y con cada ráfaga de gorjeos
me van arrancando la máscara.
La que me ha estado taponando los oídos, los ojos, la boca, los poros.
Porque así es como secuestra el dolor.
Obtura cualquier válvula de escape hacia la belleza y
condena a revolcarse en el sufrimiento
cavando cada vez un poco más profundo, oscuro y asfixiante.

Hasta que un alma buena te cuenta lo del burro en el fondo del pozo.
Que fue pisando sobre la tierra que le arrojaban hasta que salió a la luz.

Al final del túnel sólo se llega agradeciendo profundamente el haber estado en él.
Porque las entrañas de las cavernas siempre enseñan. Y yo estoy aprendiendo a sentirme responsable de mi pena y mi dolor,
en solitario,
en silencio,
con dignidad.

Y esta mañana, después de eternas noches, he vuelto a sentir
los trinos de los pájaros.

viernes, 15 de febrero de 2013

LA SOLEDAD DEL CAMINO OLVIDADO

A las cuatro de la tarde. Era un camino a la felicidad.
Una antesala a un estado sublime que iba consumiendo paso a paso.

El frío le acariciaba la cara mientras el corazón le galopaba y respiraba
profundamente para que la dicha que conseguía rebañar con aquella aspiración
llegara a la última de sus células y un día la revivieran.

A las seis de la tarde, de vuelta, era un camino al desamparo.
Una sensación de pérdida que siempre se le manifestaba en una obcecada tristeza.
Entonces la lluvia se confundía con sus lágrimas y la obligaban a bajar la cabeza,
a acurrucarse en el calor del eco de las últimas palabras.

Después de semanas de idas y vueltas, a las siete de muchas tardes después, sentía que ya no había caminos para ella, que hasta la más insignificante de las veredas se le había borrado.

Entonces se asomó a la ventana y tras el cristal se dejó llevar por el arrebol del atardecer.
Y pensó en el árbol centenario o milenario
tan solo a la orilla del camino
que seguro más de una vez sintió
que nadie pasaba a su vera porque
aquel sendero ya no estaba en ninguna ruta
y los caminantes lo habían olvidado.

Así se sentía ella:
apartada de las rutas del corazón de los humanos.

Pero también sabía que al viejo árbol, inmóvil en su desesperanza,
siempre le acababan llegando los brotes de primavera.
Y con las hojas, resurgían los pájaros, y con las aves, el jolgorio.   
Y en ese ambiente vital podía soñar con que la sombra que proyecta en verano
un caluroso día refrescara a quien una vez
le palpó con las manos su viejo corazón de madera.

Ella también esperaba otra estación
con otra luz, distintos sonidos, otros colores
que le permitieran seguir soñando como el árbol,
a la vereda de un sendero con unas manos.