
Aquella mañana el teclado resplandecía como nunca. Le sorprendió hasta que se dio cuenta de que era la luz del día que se reflectaba en la pared de enfrente y volvía las teclas luminosas.
Sintió entonces un vacío de vértigo: no se acordaba del calor del sol, de la frescura del viento, de la pureza del agua y añoraba tanto el aroma a tierra del río, la fuerza de sus turbulencias, la transparencia de sus gotas, que tuvo que asomarse a la terraza para bebérselas. Sólo había empezado a apaciguar su síndrome de alejamiento natural cuando sonó el teléfono:
-Sí, he hecho una copia para cada uno de la foto en la que estamos los tres. Ha quedado muy bien; cuando vengas, te la doy.
Su angustia empezò a volverse sólo tristeza que pronto dio el relevo a la añoranza; porque la estaba agujereando un taladrador sentimiento de pérdida...."Estamos los tres", se repetía. Y tuvo la clarividencia de que su nostalgia era de grupo.
Nostalgia: "nostos",regreso; "algia",dolor.
Y para curarse de aquel dolor por las ganas de regresar tuvo necesidad de retroceder interminablemente hasta asomarse a la noche de los tiempos...."Estamos los tres". Quería esencia de grupo humano; vínculos de carne y sangre; extrañaba los códigos que organizaban a cada individuo por y para la supervivencia del clan. Y se sintió cromagnon, neanderthal, homínido..
El hambre de naturaleza le había despertado el espíritu comunal y se sabía anémica. Buscaba una inyección grupal que animara sus constantes de lazos tangibles y la hiciera sentirse especie.
Pero los crueles yerros de la memoria le estaban haciendo olvidar el origen de esta historia:el día que el grupo le empezó a poner grilletes, porque denosta la individualidad y ella se asfixiaba de respirar el oxígeno compartido. Entonces se puso su bombona individual y se volvió virtual.
1 comentario:
Pero no se puede vivir aislado durante mucho tiempo ¿no?
Hay algo en mi casa para ti.
Un beso
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