La veía bien y eso la ilusionaba tanto que no podía parar quieta, pero ya no daba saltos de alegría, porque sabía lo que era caer al precipicio.
Le entusiasmaba la voz con la que la había escuchado, su claridad, convicción y contundencia, las mismas que tantas veces habían precedido al fracaso,al abandono y la desolación...Pero seguía dejándose engañar por los buenos augurios; necesitaba creer en la esperanza; por puro egoísmo se dejaba envolver en sus inconsistentes hilos invisibles, porque era incapaz de darla por perdida.
Se levantaba, pero, como otras veces, seguramente, volvería a caer....Era cuestión de tiempo, y si no,¿por qué la negra desesperanza aguardaba ahí, agazapada?
No se creía la inmensidad que valía, y se callaba cada vez que se lo espetaba a su mirada azul. Pero no se quejaba; ni pedía nada, siempre estaba ahí,para que dijeran su nombre cuando la necesitaban. Y ella también la llamaba, moriría sin nombrarla, por eso le dolía tanto su sino.