Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

viernes, 6 de marzo de 2009

GRACIAS



Estaba pasando demasiado frío este invierno y en su bolsillo de las alegrías ya no cabían más agujeros.
Pero se había puesto a remendar.
Con los labios temblorosos por el llanto enhebraba la aguja de estrangular las penas; como cuando un niño harto de llorar se aviene a lo que no queda otro remedio que hacer. Resignación; aceptación o hastío de sufrir.

Y en el proceso de reconstrucción quiso reconciliarse con ella; hacía tiempo que la sentía más cerca...Pensó que a cada uno nos corresponde un momento del día y una atmósfera....A ella se la trajo el viento sur del anochecer envuelta en los gritos de los juegos infantiles y engalanada con una bolsa de cuadros; un cofre de sorpresas que desvelaba entre sonrisas y un incesante charloteo que arrullaba como una manta de mohair. Traía alegría y bálsamo, y un sabor lúdico de la vida que reconfortaba su tendencia nostálgica. Todavía la llamaba para curarse de la melancolía y le aterrorizaba pensar que algún día no respondería...

Pero apartó aquel pensamiento, no le dejó escribirse, y sintió una profunda emoción y agradecimiento por aquella mujer que era su madre.

3 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Precioso...Con esa dulce tristeza que deja lo inevitable.Un abrazo

Anónimo dijo...

Lo bueno es que para un "Gracias" a una madre, nunca es tarde.
Un abrazo.

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Me ha encantado la imagen de "la aguja de estrangular penas", hermosa, como todo el texto.

Besos