
Balanceándose en un columpio anudado a un rabo de nube,
se regocijaba en la brisa que le rozaba las mejillas y
le cosquilleaba la planta de los pies;
En el vacío reinaba la concordia: nada sojuzgaba a nada,
sólo había encuentros: del viento y su piel; del sol y sus párpados entornados.
Y cuando quería saber cómo se encontraban ellas, escuchaba su voz. Los sonidos nunca mienten. Y la había oído alegre por primera vez en mucho tiempo pero su corazón vampirizaba y su víctima sangraba con voz acelerada y ansiosa porque la había escuchado. Pero ya no distinguía quién tenía los colmillos más largos, aunque sabía para qué: para lograr su dependencia total...
Y siguió meciéndose en los rayos de luz, harta de la sombra, porque hay penas que empiezan en el corazón y acaban oscureciéndolo todo;
entonces el dolor ya no es por uno mismo sino por las vidas que ennegrece y, ese tormento es insufrible.
4 comentarios:
Escribes sobre la vida, sobre lo que los demás (al menos yo) no somos capaces de describir ni con números ni con palabras. Y esa es tu magia. Y no me voy a cansar de decírtelo: este es una pequeña joya de blog que quiero mantener en secreto.
Un abrazo!
Qué bello ese columpio, tocando las nubes, buscando elevarse, a pesar del dolor y de la oscuridad..
Gracias por venir a mis orillas y permitirme venir a las tuyas.
Me dan miedo los columpios. Sera que descubrí que es imposible ir más arriba de un giro.
Siempre soñamos con volar más alto en el columpio... lástima que no nos lleve nunca tan alto como soñamos.
Besos
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