Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

sábado, 30 de mayo de 2009

SIN BRIDAS NI ESPUELAS


Hacía un rato que era incapaz de moverse.
Con la música en los cascos se desgranaba en lágrimas.

Era su manera de disgregar el dolor que la ensartaba.
Tan rota por dentro, tan hecha añicos.

El sufrimiento se le agarraba al cráneo y desde ahí le fruncía hasta el alma.
Le costaba abrir los ojos.

De tan triturada apenas sentía; los sonidos se volvían lejanos, su expresión inamovible y la lágrima que le recorría la mejilla le resultaba ajena. Como su respiración, acoquinada en apenas un tercio de su capacidad pulmonar.

El dolor la aplastaba al tiempo que la vida discurría como si nada, porque nadie podía percibir sus aspavientos paralizados; nadie oir su desgarro mudo; ni ver sus añicos invisibles ni refrescarse en su llanto seco.

Mientras el desconsuelo la encumbraba en la insignificancia creyó recordar que la vida tenía el sentido que se le diera.

Entonces le atrapó una imagen: la de una amazona galopando y, en un claro del bosque, unas crines recortándose sobre la luna.... Y quiso ser jinete sin espuelas y yegua sin silla y trotar, y nada más que trotar.

2 comentarios:

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Esperemos que consiguiera transformarse en esa amazonas libre y dejara atrás el dolor y la angustia.

Besos

Anónimo dijo...

A veces no valoramos lo que cuesta encontrar un sueño al que perseguir. Una vez que se tiene, lo cobarde es no perseguirlo.

Un abrazo.