
Se sentía "un puente viejo con cataratas de hiedra" en sus ojos; sólo transitado por los ancianos, los días de sol, y los enamorados, las tardes de buen tiempo. Al lado, el trajín de la vida, se lo llevaba el puente nuevo.
Se lo había contado y también escrito, pero esta vez, al verlo, sintió que tenía poco de nexo; que ya no era siquiera un viejo puente, sino tristemente un montón de piedras a la deriva.
Le habían dado en la columna maestra y , sin punto de apoyo, se lo llevaba la corriente del dolor. Ella, que tantas veces, le había acompañado a cruzar pasarelas y vadear avenidas se había convertido en un cofre de cenizas.
Le engullía su terrible ausencia y no paraba de mencionarla, recordarla, anhelarla....Se había encadenado al pasado y le destruía; intentaba mirar al futuro y le aniquilaba; en el presente se consumía...
Hasta hace nada, aunque viejo, se sentía puente; un vínculo entre dos orillas, principio y fin...antes y después....Pero ¿de qué? -se preguntaba ahora-
Con ella, habían desaparecido el qué, el quién, el cuándo, el para qué.....Sòlo quedaba el cómo.....Y el adverbio lo estaba transformando en un pretil y unos arcos y unas vigas y un empedrado....completamente bombardeados, pulverizados, masacrados.
Hay pérdidas que arrastran y anegan pero un puente inundado no sirve para nada. Para salvar el agua hay que volverse aéreo aunque el sufrimiento pese; y quienes lo han tenido en brazos saben que son toneladas.