Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

domingo, 30 de diciembre de 2007

VANIDAD, NADIDAD


Siempre tuvo un blog. Incluso antes de que viera por primera vez un ordenador. Las historias virtuales las hilaban sus neuronas; las del lóbulo parietal izquierdo, no; dicen que ahí vive Dios.

Cuando iba o volvía de la escuela; cuando ordenaba la habitación; cuando se evadía de su cuaderno de los deberes o fijaba la mirada hasta que se desdibujaba su imagen en el espejo.
En estos y otros muchos momentos bosquejaba historias sin trazos, incorpóreas, intangibles.

Las necesitaba para achicar hastío de las dimensiones cotidianas y para huir de la crueldad que le espantaba. Convivía con un auténtico "cuaderno" virtual.

Por eso, al estrenarse con su primer blog, blog, se estremeció. Era el menos virtual de todos; estaba dejando una huella evidente. Entonces pensó en la vanidad: otra vez se la estaba jugando.

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