
Con los atisbos de la primavera se sentía crujir en su ser más palpable.
Como si la carcasa de músculos y huesos que aúna bajo sí la piel empezara a resquebrajarse a la manera de un reptil desprendiéndose de su muda...
Entonces, por las grietas nacientes de aquel proceso se colaba la esencia de un huerto de azucenas. Una naricilla empolvada en amarillo ocre que hacía soreir a las miradas que la contemplaban. Eso resultaba para los demás.
Pero para ella era un anuncio tumultuoso. Porque el blanco nuclear de aquellos pétalos era el de una luz que presentía tan íntima como presa...Un resplandor confinado a una celda de castigo categóricamente decidido a amotinarse.
Y en aquella rebeldía por abrirse paso entre inflexibles muros oscuros los asuelaba con el mismo ímpetu destructivo de cuando a una fuerza natural la hipnotiza la desmesura....
Sabía que le esperaba la ruina. Era el único camino para la liberación. Llevándose por delante lo que hiciera falta....Aquella luz cautiva lo había empezado a recorrer...Resuelta a regresar a aquel huerto de azucenas.