Se le había sentado enfrente y hacía un rato que le hablaba. Jamás le había oído nada sobre su hija, pero ahora centraba su soliloquio.
Balbuceante, las sílabas desdibujadas, parecía que le lastimara vocalizar.
El tono inaudible.
Pero le dolía lo que contaba. Lo decían sus ojos, cansados de albas en vela,
sus manos agrietadas de tanto intentar retener las de ella.
Cuando se engañaba con la esperanza sus palabras se afianzaban.
"Es bobada -dijo- , sólo depende de ella"
Se levantó y, mientras se iba, supo que arrastraba una culpa.
Balbuceante, las sílabas desdibujadas, parecía que le lastimara vocalizar.
El tono inaudible.
Pero le dolía lo que contaba. Lo decían sus ojos, cansados de albas en vela,
sus manos agrietadas de tanto intentar retener las de ella.
Cuando se engañaba con la esperanza sus palabras se afianzaban.
"Es bobada -dijo- , sólo depende de ella"
Se levantó y, mientras se iba, supo que arrastraba una culpa.
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