Llovía y la música clásica que llevaba un rato arpegiando acordes minimalistas lo humedecía todo aún más de tristeza.
No extrañaba aquella desolación,hasta que empezó a notar cómo se ensanchaba con los vapores aceitosos del eucalipto.
Aquellos movimientos circulares en los músculos de su espalda; de aquellas manos curanderas, de aquel alma tan cercana que, desatándole la rigidez corpórea, le aliviaba el espíritu.
A cada círculo sentía cómo la materia perdía gravedad y se elevaba desliéndose en algo universal, sin forma ni límites: infinito.
Cuando volvió a la calle sólo olía a ozono; se había diluído la melancolía. En los charcos quedaba el reflejo brillante de la noche.
1 comentario:
Ay los nudos!!!!!
tengo algo para ti en mi blog.
Un beso.
Publicar un comentario