Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

viernes, 16 de septiembre de 2011

ABRIR LA PUERTA CON LA LLAVE DEL RECUERDO

Sus brazos te acurrucaron cuando aún ni sabías quién era ella y mucho menos tú.
Sus labios pronunciaban un nombre que era el tuyo y entonaban unos susurros que, eso sí te parecerá recordar, te apaciguaban.

¡Y su sonrisa¡ Recuerda cada vez que te la ha esbozado y no te canses de repetir esa imagen en tu memoria. Te sorprenderás sonriendo con ella en medio del dolor que se ha convertido por un tiempo en tu fiel compañero.

Duele, desgarra su dolorosa compañía.
Pero no es malo caminar junto a sus huellas, ni bueno, sólo necesario.
Imprescindible en las ausencias.

Es el ritual para que no se instale el olvido.
Sólo mueren las vidas que se olvidan.

Ella se ha ido de repente, abrupta, tajante.
Pero te ha dejado a rebosar el baúl de los recuerdos. ¡Hay tanto que agradecerle¡

Tiéndelos al sol, ventílalos al aire, deja que al atardecer se recreen en la silueta de cualquier animal silvestre y que por las noches miren a las estrellas.

Que no te de miedo que esos recuerdos crezcan contigo porque sólo así seguirán llenándola a ella de vida. Es la única manera de que no se vaya nunca.

Hay un lugar en el pensamiento en el que habitan para siempre los seres queridos.
Sólo hay que abrir la puerta con la llave del recuerdo.
¡Y con tanta visita a veces se consigue que no parezcan tan hondos los vacíos de la ausencia¡