Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

jueves, 10 de diciembre de 2009

SI UN VESTIDO ROJO SE MIRA EN UNOS OJOS VERDES


Fue como un restallido en su mente:
aquel vestido rojo
pasión
y aquella espalda girándose
y de frente el espejo de sus ojos
y la silueta rojiza de aquel vestido haciéndose un hueco en la mirada verde,
y el ardor bermejo huyendo del verde rebelde.

Pasó de largo.
En el camino.
"Las penas y las vaquitas se van por la misma senda"
Las penas eran ahora del recuerdo,
y el recuerdo, de su voz,
y su timbre ya sonaba menos rebelde,
y sus ojos se habían dulcificado como los de las vaquitas.

A veces resultan grandullonas y aburridas,
pero en la evocación de su vestido, "rojo triturado", seguro que por los traperos;
en esa remembranza, las vaquitas no eran "de otros", eran las de sus ojos, que un día la miraron como un látigo que no se calla.