Hay un momento al comenzar el anochecer en el que reina el silencio. Entonces, se siente tan de cerca la calma que crea expectación. Es el momento de cerrar los ojos y abrirse para empezar a notar el susurro del viento que sale del bosque para ulular en el alma. Es la oscuridad natural que libera. La "enlatada" me asfixia. Por eso, por favor, deja unas rendijas para que entre la luz.

domingo, 21 de diciembre de 2008

EL VUELO DE LOS PATOS


Se asomó a la barandilla de su alma y el cielo estaba azul;
con uno de sus ojos, pintaba colores; y con el otro tenues movimientos;

Pero había tanta luz que decidió entornarlos.
Entonces, aquellos labios musitaron algo...
El susurro le cosquilleó en la oreja e intuyó el aleteo de los patos que volaban de regreso al río.

El chapoteo le hizo sentir el agua que se fue convirtiendo en regato;
gustosamente helador, prístino; porque el frío es pureza;
y la recorría por dentro; iba arrastrando las inmundicias que se habían acantonado en los recovecos de sus entrañas; notaba que la corriente le arañaba sedimentos obstructores...

Se percibió liviana, como la pluma de los ánades: ligera y pura.

sábado, 13 de diciembre de 2008

PALABRAS ENLATADAS


Le disgustaban los valores que supuraban sus palabras
y había optado por escucharlas en silencio,
por amordazarse,
pero la tristeza de su cara iba por libre,
y ensombreció tanto su semblante que ella acabó notándolo.

Entonces, le preguntó por lo que pasaba,
al principio, evitó la respuesta,
pero al final acabó utilizando la palabra,
y el verbo, como había ocurrido tantas veces antes, desencadenó la batalla.

En el cuerpo a cuerpo las garras de las palabras se ensañan,
y dicen lo que no se oye porque en su cola arrastran siglos de rencores y de amores, de esperanzas y de decepciones....

Y cuando llegan hasta el corazón que las escucha se clavan con tal furia que lo desgarran;
y empezó a correr la sangre hasta que ahogó las palabras y se impuso el silencio.

El dolor y el fracaso la volvían muda....
Por eso acababa de pedir perdón por escrito.
Sólo tecleando las palabras se sentía capaz de sujetarles las riendas.

Sufría, porque con aquella mujer, tan cercana, sólo podía hablar con palabras enlatadas y a su verbo le gustaba encabritarse y apasionarse, en lo bueno, y en lo malo.